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Recuerdos
Cristina Luna
Esc. Sec. General No. 4 Prof. Apolonio M. Avilés, Saltillo.
Se preguntó una y otra y muchas veces más qué sucedió antes de encontrar ese pequeño dije con forma de linterna...
Ese pobre chico aislado en su casa misteriosa, con un nombre desconocido.
Su linterna le concedía ciertas habilidades, algunas de gato y otras de lobo, ambas combinadas. Sólo le duraban
de la media noche hasta el amanecer.
Durante dos semanas soñó lo mismo. Seguía un camino en el bosque, pero siempre despertaba antes de
llegar a su destino:
—¡No puede ser! —dijo sobresaltado.
Realizó su rutina diaria, cuando acabó eran las 10 p.m. Decidió sentarse a mirar televisión, y entonces empezó a marearse...
—¡Auch!, mi cabeza, me duele mucho.
La linterna comenzó a brillar más que de costumbre, empezó a escuchar una voz:
—Sigue hasta lo más profundo del bosque y entra ahí...
Despertó. Eran las 11:47 p.m., se había quedado dormido
pero aun así le hizo caso a la voz de su sueño y se dirigió al
bosque. Al salir de su casa, sintió un escalofrío recorrer todo
su cuerpo y dijo:
—Ya son las doce.
Siguió su camino hacia el bosque, cuando llegó a la parte
más profunda del bosque encontró un árbol muy peculiar con
un espiral en el centro. Se acercó poco a poco y logró transportarlo. Caminó por un pasillo oscuro hasta llegar a una habitación rodeada de estantes con libros, en el centro había una
mesa, encima de ella una fotografía de una familia y él dijo:
—¡Es mi familia!
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El viaje inesperado
de la hormiga en el sombrero
Karen Monserrat Pérez Beltrán
Esc. Sec. General No. 3 Francisco I. Madero, Saltillo.
A la orilla de la ciudad se encontraba un árbol gigante donde vivía una colonia enorme de hormigas. Entre ellas había
una que era demasiado distraída.
Todas iban a buscar alimento cada mañana alrededor de su hogar. Por las tardes ella solía descansar sobre las enormes hojas de un álamo.
De tanto trabajar, un día decidió descansar un poco más. Entonces el sueño se colgó de sus ojitos y se quedó dormida. Un hombre alto pasaba por ahí, y pues nada, la pequeña hormiguita se cayó en el ala de su sombrero.
Desesperada, buscaba por donde bajarse. Eso era imposible, así que se resignó a dar un largo paseo.
En su viaje fue observando cómo mucha gente contaminaba aquella linda ciudad. Pero también observaba cómo
otras personas la mantenían limpia.
¿Cuántos días tenían que pasar para que la hormiga se diera cuenta de lo importante que es cuidar nuestro
medio ambiente?
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El robo de Mozart
Hilda Gabriela Martínez Rivera
Esc. Nazario S. Ortiz Garza, Saltillo.
Hace mucho tiempo vivía un perro llamado Mozart. No era un perro cualquiera, pues caminaba y hablaba. De todos los
animales era el más inteligente, pero se sentía solo ya que era el único que iba más allá de los ladridos. Un día, cansado
de ser diferente, se sentó a observar cómo sus compañeros ladraban a la gente que pasaba. Duró horas y horas escuchando los sonidos, entonces se dio cuenta de que los demás perros seguían un patrón al ladrar. A eso le llamó música.
Era increíble lo que había descubierto; esto lo llevó a componer melodías no sólo con ladridos, sino con todo tipo
de sonidos. Mozart pensó en llevar la música al mundo humano pero se dio cuenta de que un campesino lo escuchaba.
Mozart corrió y corrió pero este campesino lo atrapó, lo llevó a su casa y ahí lo encerró. El campesino le preguntó su
nombre. Desde ese momento, el campesino se hizo llamar Mozart y lo obligó a decirle todo lo que sabía de música.
Porque ese hombre no era un tonto y usó los conocimientos para su beneficio.
Por eso ahora conocemos a Mozart como un genio musical.
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Cama superhéroe
Arely Berenice Rodríguez Solís
Esc. Sec. General No. 21 Javier Luis Cabello Siller, Saltillo.
Había una vez una pequeña cama angosta y maloliente que quería ser mejor. Nadie quería dormir en ella, ni siquiera un
perro. La pequeña cama pensaba que si se convertía en superhéroe, tal vez todos querrían descansar en ella pues así lo
hacían las personas en las camas anchas y con un agradable olor. Cierto día, un gato llegó maullando tristemente y la
cama pudo observar que estaba lastimado. Entonces la cama pensó: es el momento ideal, lo cuidaré y todos me querrán
sin dudarlo. Le habló al gato y éste de inmediato se recostó en ella.
—Gracias —dijo el gato—, es muy amable de tu parte. Nadie me ayudó, fue una suerte encontrarte.
—De nada —respondió la cama—, mi mayor sueño es ser superhéroe y tú me has dado la oportunidad.
—¿Superhéroe? —preguntó el gato asustado—, ¿en serio?
—Muchas gracias, al fin conseguiré mi sueño.
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El amor de una cobra por su cuaderno
Yvonne Yatziri Rodríguez Solís
Esc. Sec. General No. 21 Javier Luis Cabello Siller, Saltillo.
—¿Me amas? —preguntó la cobra al cuaderno con preocupación.
—Claro que te amo —aseguró.
—¿Por qué? —le preguntó mirándolo profundamente.
—Porque eres especial para mí. Puede que te sientas inseguro por el hecho de que somos diferentes y piensas que
todo va a terminar muy pronto, pero mis intenciones no son esas.
Ambos se miraron con intensidad, con los corazones latiendo a mil por hora por todo lo que sentían en ese momento, pensando en su futuro, en su historia, en su amor y, sin pensarlo, se tomaron de la mano, se abrazaron, se besaron e
hicieron todo lo posible para creer que nada cambiaría entre ellos de manera tan repentina. Después los dos se fueron
en silencio hacia el rincón de su amor creado por todos sus sentimientos.
—¿Me amas? —volvió a preguntar el cuaderno, ya que tenía duda, quería saberlo con todas las ganas del mundo, ya
que sabía que su última hoja sería utilizada muriendo lentamente y con dolor. La cobra apenas iba a contestar cuando
el cuaderno cayó al suelo esperando el último momento de cortar su última hoja.
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El ojo sin casa
Sofía Elizabeth Sifuentes Zapata
Esc. Sec. General No. 21 Javier Luis Cabello Siller, Saltillo.
Un ojo muy mirón, en busca de dónde vivir, paseaba todos los días por la calle de caracol. Por más que miraba, no
encontraba nada. Pasaron los días y el ojo perdía las esperanzas, hasta que una señora se le acercó y le dijo:
—¿Tú qué me miras?
Llamó a un policía y al pobre ojo lo arrestaron. Él, muy triste, le contó todo al policía. Al escuchar su historia, le
ofreció su casa. Aunque no era mucho, era todo para el ojo.
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